Come rico y
duerme bien. Abraza mucho. Pero hazlo bien, pues. Algunos parecen los abrazos
que se dan los políticos después de haberse sacado los ojos en un debate. No
esperes a la fiesta para vestirte de fiesta. Canta en la ducha. Lee en el
carro, en el baño, antes de dormir. Saluda y pide por favor y da las gracias.
Date un tiempo para guardar silencio. No vuelques tu cólera contra los meseros
ni contra los cobradores de combi. No te comportes con ellos como un imbécil.
No te canses de aplaudir. Cocina para alguien. Antes de responder a cualquier
estupidez, pregúntate si hacerlo vale la pena. Ríe, ríete mucho. Besa a tus
amigos colocando tus labios sobre sus mejillas. Los besos mejilla con mejilla
son faltas de respeto. No te pases la vida buscando pelea. Confía tus secretos
y corre el riesgo de ser traicionado. No esperes a que el otro adivine: si lo
quieres, díselo. Escribe correos electrónicos y mensajes de texto, y sabes qué
me refiero. Escribe a mano y deja que, al menos una vez, tu carta lleve el
maravilloso premio de un sello postal. Cuando la vida te trate bien, mira a tu
alrededor. Camina descalzo, duerme sin ropa. Reparte frases amables y sonrisas
coquetas (todas tienen premio, te aviso). Si en algún momento sientes que ya
diste demasiadas vueltas inútiles entre las páginas de inicio y de perfil en
Facebook, apaga la computadora. Apaga el televisor. Sal a la calle. Busca
siempre una razón para culparte de lo que el otro hizo mal, y procura no
lanzarte al ataque antes de encontrarla. No esperes a que tu vieja esté muy
vieja para darle las gracias. Déjate llevar por el desenfreno alguna vez.
Déjate llevar por el amor loco. Construye algo que te cueste y regálaselo a
alguien que no conozcas. Responde a una sonrisa con una sonrisa; y, cuando no
la encuentres, inventa una sonrisa a la que puedas responder. La vida no será
ni triste ni aburrida. No ahogarás tus ganas de dar la contra. Créeme:
estarás dando la contra.
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