jueves, 20 de junio de 2013

Un lunes cualquiera


Al ver este video sentí que en verdad hay algo que me hermana al resto de millones de personas que, como yo, nacieron aquí, en este pobre rincón del Tercer Mundo. Que había algo más importante que la vestimenta, el lugar de residencia, la cantidad de frijoles en el plato o el destino de nuestras vacaciones.

Es extraño, porque este comercial no habla de lo que, sobre todo últimamente, se consideran los valores nacionales por excelencia, aquellos que nos alcanzan a todos sin discriminación: la comida, la pendejada y el éxito, danzas típicas del Perú. Es extraño, decía, porque este comercial sostiene su guión no en la causa rellena, ni en la combi (también) rellena, sino en dos textos literarios (!). Dos textos que, además, pertenecen a dos de los escritores más incomprendidos (cada uno a su manera) de nuestro país. Uno es La cena miserable, de César Vallejo:

«Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos.»

Y el otro recoge la repetidísima pregunta de Santiago Zavala, Zavalita, en Conversación en La Catedral, la novela de Mario Vargas Llosa:

«Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?».

Quizá la anáfora «Un lunes cualquiera...» sea también la referencia a un texto que no conozco; y, así como esa, quizá haya varias más que no pude identificar. Pero eso importa poco. Las dos que reconocí hicieron algo que, me parece, evitan los comerciales de la Marca Perú (y los otros spots felices y arrogantes de bancos, mineras y demás): mencionar los problemas. Es decir, no se trata de ocultar nuestra basura bajo la alfombra para recibir a las visitas, declararnos ganadores y ya, sino de reconocer que los problemas están, que las diferencias están, y que ya es momento de parar, arreglarlos y empezar de nuevo. Esa disposición a que las cosas sean mejores —que es distinta a la imposición del triunfo a pesar de las evidencias— siempre me conmueve. No es que me haga pensar un montón, pero me conmueve. Y, tengo entendido, ese es el objetivo.

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