Al ver este
video sentí que en verdad hay algo que me hermana al resto de millones de
personas que, como yo, nacieron aquí, en este pobre rincón del Tercer Mundo.
Que había algo más importante que la vestimenta, el lugar de residencia, la
cantidad de frijoles en el plato o el destino de nuestras vacaciones.
Es extraño,
porque este comercial no habla de lo que, sobre todo últimamente, se consideran
los valores nacionales por excelencia, aquellos que nos alcanzan a todos sin
discriminación: la comida, la pendejada y el éxito, danzas típicas del Perú. Es
extraño, decía, porque este comercial sostiene su guión no en la causa rellena,
ni en la combi (también) rellena, sino en dos textos literarios (!). Dos textos
que, además, pertenecen a dos de los escritores más incomprendidos (cada uno a
su manera) de nuestro país. Uno es La cena miserable, de César Vallejo:
«Y cuándo
nos veremos con los demás, al borde
de una
mañana eterna, desayunados todos.»
Y el otro
recoge la repetidísima pregunta de Santiago Zavala, Zavalita, en Conversación
en La Catedral, la novela de Mario Vargas Llosa:
«Desde la
puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles,
edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en
la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?».
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